viernes, 30 de noviembre de 2007

Llama Olimpica

Es uno de los símbolos de los Juegos Olímpicos y evoca la leyenda de Prometeo, que habría robado el fuego a Zeus para entregarlo a los mortales. Durante la celebración de los Juegos Olímpicos de la antigüedad, en Olimpia, se mantenía encendido un fuego que ardía mientras duraran las competiciones, siendo esta tradición reintroducida en los Juegos Olímpicos de Amsterdam 1928. En los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, se realizó por primera vez una marcha de atletas para transportar una antorcha con la llama, desde las ruinas del templo de Hera en Olimpia, hasta el Estadio Olímpico de Berlín.

La llama Olímpica en la antigüedad

En la antigüedad, el fuego era considerado sagrado por muchos pueblos, incluyendo los griegos que tenían una leyenda según la cual el fuego habría sido entregado a los mortales por Prometeo que lo había robado de Zeus. Debido a la importancia del fuego, en muchos templos se mantenían las llamas encendidas permanentemente. Este era el caso, por ejemplo, del templo de Hestia en la ciudad de Olimpia.
Según se sabe, la tradición de mantener un fuego encendido durante los Juegos Olímpicos se remonta a la antigüedad, cuando se efectuaban sacrificios a Zeus. En esas ceremonias, los sacerdotes encendían una antorcha y el atleta que venciera una carrera hasta el lugar donde se encontraban los sacerdotes tendría el privilegio de transportar la antorcha para encender el altar del sacrificio. El fuego era entonces mantenido encendido durante los Juegos como homenaje a Zeus.

La llama Olímpica en la actualidad


En los Juegos Olímpicos de Verano de 1928, en Ámsterdam, el arquitecto neerlandés Jan Wils incluyó en el dibujo del estadio olímpico una torre y tuvo la idea de encender en ella una llama durante los juegos. En la ceremonia de apertura, el 28 de julio de 1928, un empleado de la empresa eléctrica de Amsterdam encendió por primera vez la llama de los Juegos Olímpicos de la era moderna en la torre entonces llamada Marathontower (y que se quedó conocida localmente como “cenicero de la KLM”).

Cuatro años más tarde, en los Juegos Olímpicos de Verano de 1932, volvió a encenderse una llama durante los Juegos en el estadio de Los Angeles. Durante la ceremonia de clausura se presentó una cita de Pierre de Coubertin que decía: “Que la Antorcha Olímpica siga su curso a través de los tiempos para el bien de la humanidad cada vez más ardiente, animosa y pura”
En 1936, en los Juegos Olímpicos de Berlín, Carl Diem concibió la ceremonia del transporte de la llama Olímpica desde el antiguo local de realización de los Juegos en Olimpia en Grecia, hasta el estadio donde se realizaban los Juegos. Más de 3000 atletas realizaron una carrera para transportar la antorcha desde Olimpia hasta Berlín, donde el corredor Fritz Schilgen encendió la llama en la ceremonia de apertura el 1 de agosto. La carrera de la antorcha pasaría a formar parte de los Juegos Olímpicos.
También en los Juegos Olímpicos de Invierno, la llama Olímpica ardió en los Juegos de Invierno de 1936 y 1948, pero la primera carrera de la antorcha tuvo lugar en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1952. En esa ocasión, el fuego no fue encendido en Olimpia sino en Morgedal, en Noruega, en la chimenea de la casa de Sondre Norheim, que fue pionero en el deporte de esquí. Fue también ahí que fue encendido el fuego en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1960 y 1994. Excepto esos años y en 1956, año en que fue encendida en Roma, en todos los otros Juegos de invierno la llama fue encendida en Olimpia.


El encendido de la llama en Olimpia

Unos meses antes de cada realización de los Juegos Olímpicos (la fecha exacta varía de acuerdo con la duración del recorrido hasta el estadio Olímpico), la llama es encendida en Olimpia, frente a las ruinas del templo de Hera, en una ceremonia que pretende volver a vivir el método usado en la antigüedad y que se destinaba a garantizar la pureza de la llama: actrices que representan sacerdotisas de Hestia colocan una antorcha en la concavidad de un espejo parabólico que concentra los rayos del Sol que, como en la antigüedad, enciende la llama que marcará el inicio de una realización más de los Juegos.

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